Los libros de la Feria
Desde que vivo en Bogotá, intento ir a la feria del libro todos los años. Y cada año pienso lo mismo: en la siguiente ocasión visitaré el lugar entre semana y no se me ocurrirá volver un domingo. Ya tengo suficiente con correr de un pabellón a otro en medio de la lluvia -porque todos los años llueve-, pero en la siguiente ocasión me ahorraré el tener que recorrer todos los pabellones repletos de personas, que en la mayoría de los casos están buscando los best-sellers del momento y que no están dispuestas a permitir que pueda ver con calma los estantes y vitrinas para encontrar algunos libros que estoy buscando. Aunque reconozco que una parte de mi exasperación tiene que ver con mis evidentes rasgos neuróticos, la otra parte en verdad ocurre así: el domingo, la feria del libro está llena y es muy difícil caminar por el lugar y poder sentirse en calma.
Pero bueno, en esta ocasión puedo decir que obtuve pequeñas gratificaciones: como se imaginará el lector de este texto, la visité de nuevo un domingo. Tomé algunas precauciones; visité la feria desde las horas de la mañana, ubiqué algunos pabellones y editoriales que quería encontrar antes de iniciar mi recorrido e imaginé por dónde podría encontrarme con algunos amigos libreros que en todo caso, estarían dispuestos a ayudarme a ubicar mejor mis búsquedas. Y creo que en esta ocasión todo salió mejor. Dentro de mis momentos inesperados de la feria, puedo decir que una vendedora me ayudó a encontrar un ejemplar de un libro de Pedro Mairal, un autor argentino que no se consigue fácil en Bogotá, cuando ya estaba lista para darme por vencida -y seguramente visitar alguna librería en donde posiblemente pudieran encargarlo a la editorial-. Pues no. Ella lo buscó y me entregó el ejemplar. Y eso que se trataba del último intento que haría por encontrarlo allí -y sin ninguna esperanza, y más bien movida por la insistencia de mi hermana-.
Y es gracias a que me siento feliz de haber vuelto a la feria este año -porque también he pensado muchas veces que no volveré nunca; suelo visitar librerías, y no es que considere que la feria me permitirá acceder a algunos títulos que no puedo encontrar en ellas-, que quiero escribir sobre otras experiencias buenas que tuve este año allí:
- al fin encontraron los organizadores, un mejor lugar para las editoriales independientes. Muchos de los títulos que adquirí en la feria, los encontré en el espacio que dispusieron para las editoriales independientes: suelo visitar La Silueta y comprar el último libro que tengan de Powerpaola; en Laguna Libros compré títulos de Juan José Saer y Manuel Puig; en Gato malo terminé comprando a Ema y Juan; y ahí mismo conseguí un libro de Rafael Barrett que edita Animal Extinto. El libro de Horacio Benavides lo conseguí en Frailejón. Aplausos todos para las editoriales independientes, me parece que están asumiendo verdaderos riesgos con los autores y títulos que están presentando al público en primeras ediciones y reediciones ahora asumidas por ustedes.
- Acantilado, Anagrama y las posibilidades que presentan en sus títulos y colecciones para que más personas puedan acercarse a los libros: Andaba detrás de un libro de Teju Cole -ahí lo encontré- y otro de Richard Ford -que también lo tenían-. Pero además, las personas pueden encontrar literatura de muchos géneros, con algunas buenas promociones.
- Editorial Impedimenta: un lujo sus libros, las ediciones, las buenas traducciones y gracias por traducir del rumano al español a Cartarescu. Conseguí los títulos que me faltaban de uno de mis autores favoritos.
Y bueno, ahí estaré el año entrante de nuevo. Seguro.