El odio y las palabras
Fotograma de la película "El Insulto"
El Insulto, es una película libanesa que recientemente compitió en los premios Óscar por la estatuilla a mejor película extranjera en habla no inglesa. En mi país, lleva varias semanas en cartelera, y a mi modo de ver, ojalá más personas lográramos ir a verla, justo ahora, en tiempos de elecciones presidenciales en Colombia. Dos hombres inician un enfrentamiento por una tubería de uno de los dos, en un barrio de edificios y casas. Uno de ellos insulta al otro; el que se siente irrespetado, solicita una disculpa. Pero detrás de este choque entre dos seres humanos, lo que va surgiendo poco a poco es la administración del odio que otros -terceros, con múltiples intereses que traspasan la humanidad y la dignidad de los dos hombres-, explotarán y gestionarán toda una máquina inmensa que poco a poco los alejará de lo íntimo de su enfrentamiento, y desdibujará la posibilidad de arreglar lo que inicialmente pasó. Porque en el transcurso de la película, veremos entre los dos hombres cierta cercanía, una forma de mirarse incluso que delata un gesto de compasión entre uno y otro, que entra a ser negada, incluso borrada, por todas aquellas personas que decidieron gestionar esta pelea que deja de pertenecerles.
Uno de los hombres, mayor que el otro, refugiado, intenta ganarse la vida con un trabajo en construcción, en el que se ha destacado por ser metódico y cuidadoso, en extremo responsable cuando se trata de escoger el bien para el colectivo. Insobornable frente a la elección del bien común, intransigente con el dueño de los medios de producción y sus malas elecciones. Un hombre que trasmite más con la mirada y con el cuerpo, que con las palabras -que en ocasiones se niega a repetir, por hirientes, por indignas-. También es explosivo, sabe que se contiene. El otro hombre, más joven, trabaja en un taller de carros de su propiedad rodeado de algunos amigos; su esposa pronto tendrá un bebé y es un fiel seguidor de las actividades públicas de su partido político. Como el primer hombre, es impulsivo, cercano a los suyos, cuidadoso con su padre -un hombre ya mayor, sensible y razonable-, cuidadoso con su trabajo y conocedor de su oficio.
El insulto los lleva a los juzgados, los enfrenta más, involucra abogados, medios de comunicación y el odio se torna creciente entre los grupos humanos que los respaldan: entre ellos, en pequeños encuentros y gestos privados, se ayudan con el carro varado, se acompañan con la mirada en medio de la pelea, comprenden el sufrimiento de cada uno y sinceramente, lamentan el dolor del otro. Se dan lecciones mutuas en la noche, cuando nadie los ve: encuentran en los actos de cada uno, el respaldo de las palabras iniciales que los detonaron. Sienten compasión.
¿Cómo salir de la pelea? Mandando lejos a todos los demás que invaden en cada momento el espacio de nuestras emociones y pasiones: quedándonos a solas, pensando, intentando comprender lo que sentimos, y entonces, poniéndole la cara solamente a la otra persona involucrada. Lo demás es un teatro sin sentido.