sábado, 16 de junio de 2018

El odio y las palabras

Fotograma de la película "El Insulto"

El Insulto, es una película libanesa que recientemente compitió en los premios Óscar por la estatuilla a mejor película extranjera en habla no inglesa. En mi país, lleva varias semanas en cartelera, y a mi modo de ver, ojalá más personas lográramos ir a verla, justo ahora, en tiempos de elecciones presidenciales en Colombia. Dos hombres inician un enfrentamiento por una tubería de uno de los dos, en un barrio de edificios y casas. Uno de ellos insulta al otro; el que se siente irrespetado, solicita una disculpa. Pero detrás de este choque entre dos seres humanos, lo que va surgiendo poco a poco es la administración del odio que otros -terceros, con múltiples intereses que traspasan la humanidad y la dignidad de los dos hombres-, explotarán y gestionarán toda una máquina inmensa que poco a poco los alejará de lo íntimo de su enfrentamiento, y desdibujará la posibilidad de arreglar lo que inicialmente pasó. Porque en el transcurso de la película, veremos entre los dos hombres cierta cercanía, una forma de mirarse incluso que delata un gesto de compasión entre uno y otro, que entra a ser negada, incluso borrada, por todas aquellas personas que decidieron gestionar esta pelea que deja de pertenecerles. 

Uno de los hombres, mayor que el otro, refugiado, intenta ganarse la vida con un trabajo en construcción, en el que se ha destacado por ser metódico y cuidadoso, en extremo responsable cuando se trata de escoger el bien para el colectivo. Insobornable frente a la elección del bien común, intransigente con el dueño de los medios de producción y sus malas elecciones. Un hombre que trasmite más con la mirada y con el cuerpo, que con las palabras -que en ocasiones se niega a repetir, por hirientes, por indignas-. También es explosivo, sabe que se contiene. El otro hombre, más joven, trabaja en un taller de carros de su propiedad rodeado de algunos amigos; su esposa pronto tendrá un bebé y es un fiel seguidor de las actividades públicas de su partido político. Como el primer hombre, es impulsivo, cercano a los suyos, cuidadoso con su padre -un hombre ya mayor, sensible y razonable-, cuidadoso con su trabajo y conocedor de su oficio. 

El insulto los lleva a los juzgados, los enfrenta más, involucra abogados, medios de comunicación y el odio se torna creciente entre los grupos humanos que los respaldan: entre ellos, en pequeños encuentros y gestos privados, se ayudan con el carro varado, se acompañan con la mirada en medio de la pelea, comprenden el sufrimiento de cada uno y sinceramente, lamentan el dolor del otro.  Se dan lecciones mutuas en la noche, cuando nadie los ve: encuentran en los actos de cada uno, el respaldo de las palabras iniciales que los detonaron. Sienten compasión. 

¿Cómo salir de la pelea? Mandando lejos a todos los demás que invaden en cada momento el espacio de nuestras emociones y pasiones: quedándonos a solas, pensando, intentando comprender lo que sentimos, y entonces, poniéndole la cara solamente a la otra persona involucrada. Lo demás es un teatro sin sentido. 
Chief en una Isla con otros perros

Uno de los personajes de "Isla de Perros"

La última película de Wes Anderson es acerca de la desaparición de todos los perros de la ciudad de Megasaki City porque, gracias a que padecen de la gripe canina, su alcalde -contando con el apoyo de los habitantes de la ciudad, ahora fervientes adoradores de los gatos-, ha decidido exiliarlos a una isla de basura. Es hasta allí que llega Atari Kobayashi, un adolescente de 12 años, huérfano y que convive con el alcalde, en busca de Spots, su perro. Anderson crea todo un territorio de perros, en donde el único extranjero es Atari: todos los animales hablan el mismo idioma y se entienden entre ellos -incluso un búho es capaz de resonar todo el tiempo con los perros-; es el lenguaje del adolescente el que ninguno de ellos puede comprender. Esto no impide que un grupo de perros decida cuidar de él en la isla y asumir desde el principio, que lo acompañará en la búsqueda de Spots -después de todo, ellos han tenido en su vida amos humanos, lo que hace que puedan entender ciertas claves de su comportamiento para con ellos-, lo rodearán y lo harán parte de toda la aventura. Y es precisamente, en compañía de un grupo de adolescentes, que una camada de perros logrará de nuevo ocupar su lugar entre los humanos, en la ciudad que siempre fue su casa hasta la expulsión. Ya sabemos de lo que los adolescentes son capaces de lograr, cuando se agrupan por algo que importa. Y bueno, Anderson, que ya nos había regalado a Mr Fox, hace un retrato entrañable de esta amistad entre las mascotas y las personas. 

Pero no fue esto lo que más me gustó de Isla de Perros. Lo mejor de toda la película fue Chief: un perro recorrido, callejero, acostumbrado a vivir sin amos -porque no recuerda haberlos tenido-, y que no se quiere doblegar a las solicitudes y adiestramientos planteados por Atari. Él muerde, y no sabe por qué: lo advierte desde el inicio. Pero además está sucio, tiene cierta mirada desquiciada y aunque se puede mantener en la periferia del grupo cuando todos parecen muy felices de encontrar de nuevo a un "amo"; cuida a sus amigos, los vigila, los sigue. Pero desde cierta distancia. Y también tiene cierto recelo con Atari: busca abandonarlo, no se doblega a sus órdenes, incluso pareciera poder leer las intenciones de este y de qué forma hacerle creer que seguirá sus instrucciones. Incluso, cuando Wers Anderson lo traiciona en la película -porque pienso que es el Director quien no le es leal a Chief en la cinta-, y decide bañarlo, volverlo blanco, ponerle el micrófono de Spots y asumir que ahora será él quien cuide de Atari, hay cierta dignidad de este perro que se mantiene hasta el final: a él se le consulta si quiere el nuevo cargo, anda por ahí explorando territorios posibles y nos recuerda de nuevo, lo que sabemos de él desde el inicio: él muerde, no saber por qué, pero tiene que ver con quién es. Imposible amaestrarlo del todo. Qué resistencia la de Chief.