Cartarescu, otra vez....
Querido Lector: no nos conocemos personalmente, pero le puedo asegurar que si nos encontráramos alguna vez frente a frente, en algún momento de la conversación yo estaría pensando en uno de los libros de Mircea Cartarescu que he estado leyendo. Estoy casi segura que le hablaría de El Ruletista y la sorpresa que me llevé al leer por primera vez un texto de este autor: que él me instara a preguntarme por la vida de su personaje, y por la existencia que ahora cobraba de manera definitiva para mí. Le contaría que entonces me decidí a buscar todos los libros que encontrara del escritor en las librerías bogotanas. El siguiente que encontré fue El Levante, y entonces me aventuré de nuevo con la poesía -que me cuesta mucho trabajo- para descubrir que en un libro en forma de epopeya, podían convivir Mafalda, Borges, Sábato y un hombre que mecía una cuna de un bebé recién nacido en una cocina: con una mano hacía balancear el soporte con el niño, con la otra tecleaba esta travesía en un computador. Y se burlaba, y encontraba placer en los escenarios que estaba creando. Seguí entonces con El ojo castaño de nuestro amor, en sus páginas -y ahora en su vida y en la mía-, dos hijos juntaba sus cabeza con la de la madre; al acercar lo que más podían sus sienes, terminaban creando un único ojo para los tres, de color castaño, que ahora era en sí mismo el amor conformado por los tres que resisten y se tienen en ese pequeño grupo conformado por ellos, y que juntos conforman ese inmenso ojo castaño que ahora continúa acompañando al escritor -y también a mí-, por donde quiera que va. En mis búsquedas de sus libros, ahora leo Nostalgia. El prólogo del libro es El Ruletista -sonreí al encontrarlo de nuevo-, y luego aparecen un grupo de niños que deciden endiosar a uno de ellos que cuenta historias la mayoría de las veces inverosímiles -hasta que tarde o temprano lo bajan de los techos inmensos e inalcanzables desde dónde parecía que lo veían siempre- para seguir con un hombre que intenta recorrer sus pasiones durante la adolescencia: solo, acompañado, con rabia, desesperado, frustrado, como loco. Quisiera leer todos los días las páginas de este libro, encontrar el tiempo para seguirlo leyendo. Ya tengo Las bellas Extranjeras dentro de mis libros pendientes de estos meses, y lo tengo cerca de mí para recordarme que desde sus páginas, alguien me recuerda que la escritura no es solo un pasatiempo, que uno escribe porque no hay otra forma de resistir, que se llenan páginas de letras para no olvidar, para abrir un texto en la mente de los otros, para evocar en la memoria la vida, la capacidad de pensamiento y con este, la capacidad de creación. Que se escribe con el puño sostenido, hasta el cansancio, con tenacidad, porque no se trata de un pasatiempo nostálgico y muerto, se trata de la vida misma, de la forma de las cosas, del molde de uno mismo.
Querida bloguera: Recientemente descubrí este rincón de palabras, en el cual encontré mucha comodidad. La forma como escribió sobre este autor me llevó a comprar de manera impulsiva todos los libros que encontré de él. Decido escribirle hoy porque acabé El ojo castaño de nuestro amor. No nos conocemos personalmente, pero vivenciar algo por medio de este libro me hace pensar que los lectores de Cartarescu estamos conectados; la literatura y el arte crean vínculos. Además, leer su blog me hace sentir que la conozco un poco y puedo confiar en su criterio, por eso, quisiera que me recomiende con qué libro seguir: Las bellas extranjeras, Solenoide, Nostalgia, o El Levante. El Ruletista no lo he econtrado por ninguna parte.
ResponderEliminarTemo haber llegado tarde a este blog y que esté abandonado. Me habría gustado leer aquí sobre Somos Calentura, Pájaros de Verano, Yo no me llamo Rubén Blades, y cualquier otra película o libro para agregarlos a mi lista de pendientes. Me cautivó del blog encontrar un análisis, una anécdota, o simplemente un breve resumen en sus publicaciones.
Le deseo que esté donde esté, haciendo lo que esté haciendo, también esté escribiendo y compartiéndolo con otros.
Hola; estoy de acuerdo con que la literatura y el arte crean vínculos; hoy en día tienden a ser algunas de las relaciones con las que también me siento más cómoda, ¡así que muchas gracias por escribirme!
ResponderEliminarYo sigo leyendo también todo lo que me encuentro de Cartarescu y El Ojo castaño de nuestro amor sigue siendo uno de mis preferidos. Si disfrutó el estilo de este libro, debería continuar con Las Bellas Extranjeras -todavía le doy vueltas a algunos de los pasajes de ese libro- pero si quiere seguir con una especie de Epopeya a la Cartarescu, el libro debería ser El Levante. Ahora se consigue en español otro: Cegador. Ya lo tengo dentro de mi lista de pendientes.
He andado caminando por ahí estos días, y no he dejado de ir a cine. Tengo algunas ideas para escribir de nuevo sobre películas, así que estaré de nuevo al ruedo por estos lados :)
Y por lo del abandono de este lugar: lo que más quiero es tener más tiempo para seguir escribiendo.
Le deseo mucha lectura, y que su curiosidad, siga manteniendo la inspiración de los demás.
Hola, otra vez por acá.
ResponderEliminarSeguí su consejo y leí Las bellas extranjeras. Creo que me hizo un mal. Me es imposible imaginar que no he leído ya las dos mejores obras de Cartarescu, sospecho que ya nada de lo que lea de él tendrá comparación. Tocará averiguarlo ;)
Pasar de múltiples historias a tres fue más interesante de lo que esperaba.
Primero leyendo Ántrax me reía, al parecer la paranoia no es sólo de este país. Asumí que lo más disparatado del asunto sería que él creía que su paquete era ese polvo ¡que equivocada estaba! Cada cosa era más inesperada e impresionante que la anterior. ¡Y ese retrato de la carita feliz! Simplemente no lo podía creer, que absurdo todo, quedé sin palabras. Me hizo reír mucho. Y querer llorar. ¿Qué clase de artista era ese? ¿A qué llamamos arte? Si siquiera las personas con esa determinación realmente hicieran parte de una lucha... no me imagino dónde estaríamos. En fin. Que historia la de este tipo.
Con Las Bellas Extranjeras reflexionaba continuamente, la forma como los franceses se referían a su país me resultó profundamente familiar, esa manera de representarlos como si fueran primitivos la he experimentado varias veces. Yo me preguntaba: ¿será así como los demás, y quizás el mismo Cartarescu, ven mis país? No quiero aceptar que sé la respuesta. Es curioso. ¿Quién diría que un escritor con una vida tan diferente, en un lugar tan remotamente lejano, que no sabe nada de mí, me hablaría tan cerca de mi realidad? ¿Cómo hace un rumano para hablarme como si estuviéramos, frente a frente, en un restaurante, y yo estuviera escuchando lo que le pasó a un viejo amigo en su viaje? Ese hombre es cautivador, incluso cuando divaga; puede detenerse en el más mínimo detalle y darle vueltas y vueltas, para después saltarse la mitad de la historia, y aún así, me mantiene constantemente a la expectativa. Cambia de temas todo el tiempo, y sin embargo, nunca lo hace. Habla sin rodeos de sus errores, incluso, a veces me hace juzgarlo y preguntarme si no es un miserable; me encanta que se de la libertad de escribir así. Es impresionante sin duda. ¿Qué le puedo decir? Me estoy encariñando con este autor del que no sé qué es ficción y qué es autobiografía; pero precisamente, el no saber qué es qué, lo hace todo más interesante. No puedo sino agradecerle por habernos introducido.
Me encantaría saber a qué pasajes de este libro todavía le da vueltas.
Seguiré con El Levante, como recomendó, y volveré para contarle cómo me fue. Si le parece bien.
Anhelo encontrar alguna publicación la próxima vez que vuelva por aquí.
Es difícil manejar el tiempo, lo comprendo; no la intento presionar.
Simplemente pienso que siempre es bueno sacarle espacio a eso que nos gusta hacer; sino la vida se nos pasa, y cumplimos con lo que teníamos que hacer, pero, ¿qué hay de lo que queríamos realizar? ¿crear? (Hay que aprovechar los puentes, ese lunes en el que normalmente estaríamos trabajando nos da permiso para hacer algo más ;D).