domingo, 15 de julio de 2018

Una bella luz Interior

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Juliette Binoche como Isabelle en la película. 

La Directora de cine Claire Denise nos presenta ahora Una bella luz interior con Juliette Binoche en el papel de Isabelle, una mujer artista, madre de una hija de 10 años y separada recientemente, que en sus cincuenta años desea encontrar nuevamente el amor al lado de un hombre. Isabelle trabaja en su estudio en obras de gran formato, frecuenta en cafés a algunos amigos, visita exposiciones, y su obra se encuentra presente en algunas galerías: sabemos que ha alcanzado reconocimiento por su trabajo; ahora ha encontrado una representante que expondrá aun más sus obras y pertenece a algunos círculos de artistas con quienes viaja y sale algunas noches. Se siente satisfecha con casi todo lo que pasa con su vida: aunque disfruta lo que hace, anhela encontrar a un hombre con quien sentirse acompañada. La película se va a centrar en esta búsqueda, que Isabelle entiende como fundamental, como perentoria; ella desea encontrar el amor -enamorarse y que se enamoren de ella-, sentir a alguien a su lado, que se queden con ella. 
Las búsquedas que la película nos permite conocer durante el fragmento de su vida del que seremos espectadores y que a primera vista son muy variadas, inician con un hombre banquero, casado, prepotente, que tiende a humillar a las personas que lo atienden o le sirven: se preocupa por los encuentros sexuales con Isabelle, y compite imaginariamente con la pareja anterior de ella, a la hora de que la amante consiga un orgasmo. Tarde o temprano intentará humillarla, para luego acudir a su sentimiento de tristeza para recuperarla. El siguiente hombre es un actor de teatro, ambivalente en sus sentimientos hacia Isabelle, que parece que secretamente ha tomado la decisión de separarse -aunque su esposa aun no se entere-. Después de estar sexualmente con la amante, le expresa a ella que se siente confundido y que hubiera preferido que entre los dos este tipo de intimidad nunca hubiera tenido lugar. Debe llevar una pizza a su familia -porque primero es la familia-, tal y como lo prometió. Ella se siente enamorada; él no sabe -y tampoco puede poner en palabras mucho-. El intento de retorno con el ex-esposo trae un gran desencuentro sexual al sentirlo fabricado, poco natural, con la sensación de estar ante un amante irreconocible -pero que aun no se decide a entregarle a ella las llaves del apartamento en el que antes convivían: la mitad del lugar le pertenece, como ella sabe-. Una fiesta de artistas y galeristas, alguna noche, le permite coincidir bailando con un hombre desconocido, que no pertenece a la escena artística, que no tiene ninguna formación creativa. Aunque dice amarla rápidamente -llevan algunas semanas saliendo-, es Isabelle quien tiene ahora dudas: ¿Qué quiere él de ella? ¿Podrá hacer parte de su medio?. Cualquier noche, caminando con uno de los críticos de arte que conoce y en un impulso, lo toma de la mano: es él quien le dice que si las cosas entre los dos ocurrirán, seguramente algún encuentro ocurra después de que él llegue de nuevo de las vacaciones de un mes que tiene planeadas con sus hijos. 
¿Cuál es la necesidad de enamorarnos? ¿Es tan necesario? ¿El problema es la búsqueda perentoria, que nos lleva a elegir de forma equivocada? ¿No hay otro camino para la soledad que el amor a alguien más, que permanezca a nuestro lado? 
Al parecer, un hombre mayor-médium, que acaba de romper con su pareja -y que él no pudo predecir- será quien brinde los siguientes consejos en el amor para Isabelle: las mismas palabras de siempre, los mismos consejos errados, la misma palabrería de siempre. 


Adiós, Entusiasmo

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Fotograma de la película

Adiós, entusiasmo es una película de cine colombiana y argentina, dirigida por Vladimir Durán -quien además aparecerá en la película en el papel de Bruno-. Lo primero que debe tener en cuenta el espectador de la cinta es que la película le transmite -gracias a las tomas, al color y a la iluminación que utiliza-, un ambiente sofocante, de encierro y por momentos persecutorio: el asunto es que la persona que al parecer es el eje central de estas sensaciones en la película, se encuentra encerrada en una sección de la casa; sabemos que allí se encuentra, detrás de una puerta blanca cerrada con candado, y que las demás personas se pueden comunicar con ella acercándose a la puerta o a través de una ventanilla alta que se encuentra en un baño contiguo. 
Nadie la puede ver. Es una mujer. Nos enteraremos también que es la madre de cuatro hijos que conviven entre ellos en la misma casa y que han naturalizado de tal forma su existencia detrás de la puerta, que algunos se acercan a contarle fragmentos de sus días, el hijo menor juega a producir sonidos con ella acurrucado en el piso y pegado a la puerta, algunas de las hijas saben que la madre se encuentra allí, y con esta información pasan sus días, sin buscar ni intentar ningún tipo de comunicación. ¿Qué hace la mujer encerrada allí? ¿por qué lo decidió? ¿ella lo decidió? Al parecer no es del todo su decisión, puesto que podemos ver que hay un candado en la puerta que está cerrado por fuera de la habitación y, por alguna conversación en la película, nos enteramos que el encierro es el producto de un acuerdo que tiene la madre con sus demás hijos. Pero, ¿por qué?  
De la vida de sus hijos, nos enteramos por algunas conversaciones y algunas escenas: una de sus hijas mayores pasa la mayoría del tiempo afuera de la casa y se comporta casi como si fuera una extranjera que tan solo visita aquel lugar. La otra hija mayor acude a una especie de centro de asistencia, en el que le ayudan a conectarse con la pronunciación de palabras, de frases cortas: escucha un pitido incansable en algunos momentos, lo que la lleva a encerrarse y cortar la comunicación con los demás. Los dos hijos menores se encuentran más unidos: una hija intenta cuidar de su hermano menor ayudándole a interpretar un fragmento de una canción en otro idioma -¿será el idioma original de la madre?-. Y el hijo menor, que por momentos ocupa el lugar de traductor visual-emocional-en palabras de todo lo que ocurre en la casa, intenta entender y entenderse: crea sus propias criaturas-habitantes de su casa interna y externa a partir de material-arcilla. 
Y es entonces cuando llega la celebración del cumpleaños de la madre y los habitantes de la casa deciden adecuar el lugar para que la madre vea el espectáculo que tienen preparado, a través de un pequeño agujero en la puerta. Cerca al baño y a la puerta se disponen las mesas y un pequeño escenario para la actuación. Bajan más las luces, se hace de noche e interviene en la celebración una tía de los hijos -hermana de la madre encerrada-, quien creará un nuevo espacio en el lugar para un "trabajo" terapéutico dirigido a estos hijos. 
Y entonces entendemos la fuerza de los pactos familiares, los acuerdos conscientes e inconscientes que tenemos -por más bizarros que parezcan-, y en últimas, el intento por mantenernos todos a flote, a pesar de que las formas sean -para un espectador externo-, las más extrañas de todas.  
Nadie nos mira

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El actor Guillermo Pfening, como Nicolás en la película. 

Está en cartelera Nadie Nos Mira, película dirigida por Julia Solomonoff, directora de cine argentina. La película se centra en la vida de Nico en Nueva York: se trata de un actor de cine argentino que ha alcanzado la fama en su país gracias a la interpretación de un personaje en una serie de televisión que se ha hecho famosa y que ahora inicia una siguiente temporada. En la serie de televisión, su personaje se encuentra en coma; las vicisitudes que tendrá su papel en la serie aun están por determinarse. ¿Por qué Nico ha decidido trasladarse a Nueva York, pudiendo quedarse en su país, territorio en el que es reconocido? 
Al principio, nos vamos a convencer de las posibilidades de Nico de tener un papel protagónico en la siguiente película de un director Mexicano que lo quiere en la actuación principal y que se encuentra negociando el inicio del rodaje, precisamente en Nueva York. Así que Nico espera el llamado del director y mientras tanto busca la manera de sobrevivir en esta ciudad: es el niñero del bebé de una amiga argentina, ahora radicada en Estados Unidos y quien convive con un hombre francés. Pasea con el bebé por la ciudad, los supermercados y los parques con algunos juegos para niños -en los que termina entablando algunas conversaciones con otras mujeres, todas latinas, que pasean a los niños que cuidan de otras familias en la gran ciudad-, por las noches trabaja en un bar como mesero, alquila el sofá del apartamento de una mujer para pasar allí algunas noches, y colabora con la búsqueda de arrendatarios nuevos para pequeños apartamentos. 
Busca oportunidades como actor, pero estas se encuentran sujetas al encuentro de conexiones, a los favores que otras personas puedan hacerle, en la medida en que Nico sea capaz de transformarse en una otra persona: debe cambiar el color del pelo -porque nadie quiere actores latinos rubios, así que deberá tenerlo oscuro-, por otro lado tendrá que corregir su acento inglés-latino -por un módico precio de 200 dólares la hora con alguna profesora experta-, y estar disponible para el llamado de  una mujer productora poderosa, en el momento en que ella así lo requiera. 
¿Por qué no se devuelve a Argentina ya? Nico no necesita estar en Nueva York, y a pesar de que tiene que vivir tiempos pesados, no se victimiza y más bien aguanta y tolera, porque dice querer estar en esta ciudad. 
La llamada de Martín aparece muy rápido en la película: él  -el productor de la serie de televisión- lo quiere de vuelta para la siguiente temporada. Y es entonces cuando entendemos que Nico se encuentra precisamente resistiendo, para huir de él. La relación que han tenido los dos lo ha dejado en coma, y Nico está seguro que no será Martín quien lo saque de este estado. 
Nadie los mira: podrían retomar lo que dejaron en suspenso en Argentina. Pero no parece ser del todo lo que Nicolas quiere de vuelta. 
Película magnífica; ojalá viéramos más cintas como estas en nuestro país. 

     Afterimage  
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Fotograma de la película con el actor Boguslaw Linda.

Afterimage es la última película del director de cine polaco Andrzej Wajda, y fue recientemente proyectada en algunas salas de cine del país. Se centra en narrar y seguir los últimos meses de vida del artista Wladyslaw Strzeminski: él, quien debe lidiar con sus limitaciones físicas, también debe afrontar la entrada del nuevo gobierno -y con este, la demanda hecha desde la ideología al arte: debe ahora ponerse al servicio de las ideas políticas, para recordarle al pueblo los nuevos ideales -materialistas, realistas- que deben regir la vida de todo el colectivo. 

En una de las escenas iniciales, el artista inicia una obra: se ubica en el espacio central, pequeño, del apartamento en que trabaja; está en el piso, apoyando su cuerpo sobre un cojín y buscando la gravedad de su propia estructura física para poder encontrar el ángulo desde el cual puede comenzar a trabajar el lienzo. Sus instrumentos están cerca, toma el pincel, y una gran sombra oscurece totalmente el lugar. Él, se arrastra hasta la ventaja y de un tajo certero, consigue la luz después de rajar la tela que cae sobre su ventana. Es una otra-tela que no guarda ninguna relación con su obra: es la cara de la nueva ideología  cayendo sobre su capacidad creativa y sobre su libertad. Es el peso de las ideas rígidas que ensombrecen la vida de todos, que hurtan el deseo y el trabajo sobre los propios contenidos. ¿Cómo conseguir mantenerse coherente ahora? Su teoría de la Visión aun no ha sido escrita para las nuevas generaciones, y su legado, tanto en las clases de arte como en el instituto que él mismo fundó, serán escondidas, silenciadas, archivadas. La sala de arte de vanguardia dedicada a su obra y al trabajo escultórico de Katarzyna Kobro -quien fuera su esposa y la madre de su hija-, es ocultada a los ojos de todos: la sala es desmontada y pintada totalmente de blanco. 

En adelante, la película se centra en todas las pruebas de despojo que debe padecer Strzeminski por su obstinación de no obedecer a la nueva ideología: se cancela su identificación como artista -por lo que ya no puede acceder a los materiales para continuar trabajando-, a los talonarios para la alimentación -porque no trabaja-, a las condiciones mínimas de vida para hacerse cargo de su hija -por lo que esta resolverá retornar a un hogar de niñas-. Sus amigos más cercanos no pueden proveerle de mejores condiciones de vida y aquellos con los que cuenta, tan solo pueden prometerle que esconderán y resguardarán sus obras. Strzeminski se mantiene en pie haciendo uso de un par de muletas viejas, deambulando de un lugar a otros por las calles en la búsqueda de trabajo, de alimento, de materiales. E incluso, en uno de los tantos gestos poéticos de la película, el artista le reclama, precisamente al arte, que lo acompañe hasta el extremo: hasta la tumba de Katarzyna, para dejar allí un ramo de flores azules -manchadas de azul por el artista, con un poco del material que aun tiene en su casa-, porque era el color que ella prefería.  

Lo poético en esta película, inicia precisamente con que se trata del último legado de Wajda al cine: se trata de una fotografía de los últimos meses en la vida de un artista de vanguardia -Strzeminski-, que decide mantener la coherencia y la dignidad como armas fundamentales para cuidar su legado artístico. Pero también se trata de la coherencia y la dignidad del director de cine Wajda: dejar un último testimonio de trabajo fílmico para nuestra memoria, para la reflexión acerca del sentido de esta vida.