Una bella luz Interior
Juliette Binoche como Isabelle en la película.
La Directora de cine Claire Denise nos presenta ahora Una bella luz interior con Juliette Binoche en el papel de Isabelle, una mujer artista, madre de una hija de 10 años y separada recientemente, que en sus cincuenta años desea encontrar nuevamente el amor al lado de un hombre. Isabelle trabaja en su estudio en obras de gran formato, frecuenta en cafés a algunos amigos, visita exposiciones, y su obra se encuentra presente en algunas galerías: sabemos que ha alcanzado reconocimiento por su trabajo; ahora ha encontrado una representante que expondrá aun más sus obras y pertenece a algunos círculos de artistas con quienes viaja y sale algunas noches. Se siente satisfecha con casi todo lo que pasa con su vida: aunque disfruta lo que hace, anhela encontrar a un hombre con quien sentirse acompañada. La película se va a centrar en esta búsqueda, que Isabelle entiende como fundamental, como perentoria; ella desea encontrar el amor -enamorarse y que se enamoren de ella-, sentir a alguien a su lado, que se queden con ella.
Las búsquedas que la película nos permite conocer durante el fragmento de su vida del que seremos espectadores y que a primera vista son muy variadas, inician con un hombre banquero, casado, prepotente, que tiende a humillar a las personas que lo atienden o le sirven: se preocupa por los encuentros sexuales con Isabelle, y compite imaginariamente con la pareja anterior de ella, a la hora de que la amante consiga un orgasmo. Tarde o temprano intentará humillarla, para luego acudir a su sentimiento de tristeza para recuperarla. El siguiente hombre es un actor de teatro, ambivalente en sus sentimientos hacia Isabelle, que parece que secretamente ha tomado la decisión de separarse -aunque su esposa aun no se entere-. Después de estar sexualmente con la amante, le expresa a ella que se siente confundido y que hubiera preferido que entre los dos este tipo de intimidad nunca hubiera tenido lugar. Debe llevar una pizza a su familia -porque primero es la familia-, tal y como lo prometió. Ella se siente enamorada; él no sabe -y tampoco puede poner en palabras mucho-. El intento de retorno con el ex-esposo trae un gran desencuentro sexual al sentirlo fabricado, poco natural, con la sensación de estar ante un amante irreconocible -pero que aun no se decide a entregarle a ella las llaves del apartamento en el que antes convivían: la mitad del lugar le pertenece, como ella sabe-. Una fiesta de artistas y galeristas, alguna noche, le permite coincidir bailando con un hombre desconocido, que no pertenece a la escena artística, que no tiene ninguna formación creativa. Aunque dice amarla rápidamente -llevan algunas semanas saliendo-, es Isabelle quien tiene ahora dudas: ¿Qué quiere él de ella? ¿Podrá hacer parte de su medio?. Cualquier noche, caminando con uno de los críticos de arte que conoce y en un impulso, lo toma de la mano: es él quien le dice que si las cosas entre los dos ocurrirán, seguramente algún encuentro ocurra después de que él llegue de nuevo de las vacaciones de un mes que tiene planeadas con sus hijos.
¿Cuál es la necesidad de enamorarnos? ¿Es tan necesario? ¿El problema es la búsqueda perentoria, que nos lleva a elegir de forma equivocada? ¿No hay otro camino para la soledad que el amor a alguien más, que permanezca a nuestro lado?
Al parecer, un hombre mayor-médium, que acaba de romper con su pareja -y que él no pudo predecir- será quien brinde los siguientes consejos en el amor para Isabelle: las mismas palabras de siempre, los mismos consejos errados, la misma palabrería de siempre.