domingo, 28 de octubre de 2018

Glenn Close como "La Esposa"
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Fotograma de la película "La Esposa"

Björn Runge dirige a Glenn Close en la película "La Esposa" (2017).  En la cinta, ella es Joan Castleman, una mujer que comparte su vida hace más de cuatro décadas con Joe Castleman, un escritor americano que gracias a su trabajo sostenido y creativo en la literatura, recibe el premio Nobel. Su familia, además de la pareja, está conformada por un hijo que también escribe literatura -al parecer ya tiene algunos cuentos cortos-, y por una hija que en el tiempo en el que transcurre la película, tendrá su primer hijo. Todo inicia la noche anterior a la recepción de la llamada desde Estocolmo: la pareja de Joan y Joe experimenta un momento de mucha ansiedad; están preparados para recibir la llamada con el anuncio, pero si esta no ocurre -por lo menos como lo dice Joe-, todo continuará como siempre ha transcurrido en sus vidas. ¿Pero cómo transcurren sus vidas? La llamada ocurre: Joe Castleman es el nuevo premio Nobel de Literatura. 

Es entonces el rostro de Glenn Close el que nos anuncia que en todo caso, esta historia no es la historia de un escritor encerrado muchas horas, persiguiendo las frases y rompiendo las palabras para que estas digan lo que él está buscando expresar. En todo caso, esta historia no es la verdadera. La versión que se presenta en el viaje a Estocolmo y a todos los hombres -en su mayoría, no hay muchas mujeres por estos escenarios- que se involucran con el escritor y el anunciado premio, es la de un hombre dedicado a su oficio por muchos años, acompañado por una mujer que, siempre a su lado -porque ella no escribe-,  ha permitido que este se sienta acompañado y ha creado un ambiente para que este sea capaz de producir su obra de creación. Así lo comunica ante todos la noche de la velada de la entrega de premios. También hace otras cosas: coquetea con una joven fotógrafa, hace algunos chistes -todos malos y flojos-, desprecia la obra de creación del hijo y se jacta ante los demás de sus capacidades literarias -que entre otras cosas, son aseguradas por el premio-. Pero es el rostro de Glenn Close el que nos comunica que todo lo que está pasando en el transcurso de esos días es una farsa, una parodia que, a los ojos de ella, no da risa: es más bien insoportable, insufrible por un  tiempo más.  

Ella se encuentra perpleja; por momentos preocupada; al fin, furiosa: ¿pero furiosa con quién? creo que con ella. En el pasado dependió de un hombre para sentirse segura, creyó en el amor como continente tranquilo para resguardar las propias ansiedades; y no solo eso; entregó su propia capacidad, su propia potencia creativa al servicio de un otro que supo adueñarse de esta hasta el punto en que ni siquiera, y por palabras de ella, semejante entrega fuera únicamente su decisión: "es nuestro acuerdo", "es nuestro secreto", "no somos malas personas", repite Joe Castleman una y otra  vez. Yo fui la que al final, salí de la película brava: preguntándome incluso por mí y cierto lugar de abnegación, cierto sometimiento que considero que a veces permito sobre mis propias capacidades, cierto lugar cómodo al que acudo cuando me siento ansiosa y quiero simplemente resguardarme, olvidando yo misma aquello que considero más importante para tomar el primer suspiro todas las mañanas y ponerme de pie un día más.  

domingo, 21 de octubre de 2018

Los encuentros y los tatuajes falsosResultado de imagen para los tatuajes falsos pelicula
Fotograma de "Los tatuajes Falsos"

 Es Theo quien tiene tatuajes falsos en la película: lo vemos en un concierto de punk rock, eufórico, y luego haciendo fila en una cafetería para comprar algo de tomar. No tiene ninguna intención de relacionarse con nadie; se ve solo, pero sin ansias de mostrarle a nadie el deseo de contacto.  Es Meg quien, al quedarse mirando el brazo de Theo en la fila de la cafetería, descubre el engaño de tatuaje que él se ha dibujado en el brazo. Y es ella quien decide hablar del concierto en el que estaban cada uno por su lado, es ella quien después no para de hablar y hablar, y es ella quien se lo lleva para su casa hasta el otro día. De la primera persona de la que nos enteramos con más detalles en "los tatuajes falsos" (2017) es precisamente de Meg: toca guitarra, vive con su madre y una hermana, no parece tener muchos planes claros acerca de su vida, y tiende a usar bóxers masculinos por debajo de los jeans porque se siente más cómoda. Y es entonces cuando Theo va soltándose, se muestra ante ella cada vez más auténtico y ya no teme esconderse detrás de tatuajes-impostores de lo que es. Theo y Meg no podrán estar juntos más allá de las vacaciones de verano, pero el tiempo que comparten es suficiente para que cada uno sea capaz de encontrar la propia música que quiere tocar consigo mismo.  Tampoco habrá promesas falsas de encuentro ni planes definitivos de la vida juntos. Pero es que cada momento del tiempo compartido fue capaz de dejar ahora marcas verdaderas. 

Vi esta película hace algunos meses y me quedé pensando en ella por un tiempo. Pero hace un par de semanas finalmente leí "La soledad de los números primos" (2008) de Paolo Giordano y no puedo dejar de conectar la película y el libro de muchas formas. Se trata de la historia de Mattia y Alice, dos personas que se conocen desde la niñez y que la vida los cruza en diferentes momentos, pero que no terminarán la historia juntos. No es por falta de amor o tiempo para las coincidencias -que existen durante todo el libro-, es porque no pueden reconocerse el uno en el otro con el paso del tiempo. No pueden ver en cada uno de ellos aquello que existió -por lo menos no en la cercanía de los cuerpos-. La dificultad de ella para caminar y su delgadez persiste, pero algo cambió; el cuerpo grueso de él y su distancia afectiva también está presente, pero algo ya se perdió. 

Y es entonces cuando creo que descubro para mí, qué fue lo que más me gustó de "Los tatuajes falsos": es un tiempo, un momento de las circunstancias vitales en el que dos seres humanos coinciden y ya. No tienen que volver a reencontrarse, no tienen que pasar por las separaciones y los nuevos momentos que nos brinda el tiempo para saber si aun importa, si aun el encuentro tiene sentido. No tienen que plantear un juego del tiempo, ni dejar un momento de más pendiente "para más adelante". La vida juntos se vive y ya, sin que estemos pensando que el tiempo extra nos va a rellenar de experiencias que valen la pena el tiempo que nos perdimos. Así que puedo decir que al ver los Tatuajes Falsos, el libro de Giordano no me defraudó: no se trata de "esperemos a ver qué pasa más adelante". Este es el momento en que nos podemos encontrar. No vale la pena ni siquiera preguntarnos si existirá otro. Por eso Theo y Meg se han vuelto mis favoritos. 
La sonrisa de Harry Dean Stanton

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Fotograma de "Lucky"(2017) 

Esta película es uno de los últimos trabajos de Harry Dean Stanton, actor más reconocido por su actuación como Travis en "Paris, Texas", de Win Wenders. En esta película, ahora es dirigido por John Carroll Lynch en un papel que no se me ocurre que pudiera interpretar alguien diferente: el paisaje nos recuerda al lugar en el que Travis deambulaba sin memoria, ese lugar árido y abierto que pareciera no tener ningún tipo de recorrido delimitado como para inspirar un principio y un fin. Travis abandonó a su esposa y a su hijo: la imposibilidad de comunicarse con el otro marcaron su destino y lo perdieron en su propia memoria. Tan solo algunos objetos y las fotografías de un pasado perdido para siempre, le servían de brújula para intentar encontrar un camino abandonado e imposible de restaurar. 

Ahora es diferente: Harry Dean Stanton en el papel de Lucky, no es el hombre joven perdido; es un hombre mayor de noventa años que camina con decisión todos los días de su vida, como parte de su rutina, vigilando aquellos lugares y personas que marcan cada día el ritmo de la única existencia que hay. Lucky se levanta cada mañana y hace sus ejercicios de yoga -siempre los mismos, en el mismo ritmo y en un mismo número-, toma un vaso de leche, se arregla y visita a las primeras personas de su recorrido: toma un café y llena el crucigrama del día. Retorna a su casa a ver programas de concurso, no sin antes haber visitado a la mujer latina de la tienda de alimentos a quien compra la leche. Por la noche y como si los viejos amigos nunca perdieran el contacto, Harry Dean Stanton se encuentra en un bar con David Lynch -un amigo de siempre- y con otros. Conversaciones sobre el encuentro de una pareja, los días que pasan y una tortuga de más de 100 años que ha seguido su propio camino abandonando su casa y a su confidente definitivamente, son algunos de los temas que comparten entre todos. Porque de eso se trata la vida, como dirá Lucky más adelante: propiciar conversaciones largas y llenas de sentido, "porque algo tan incómodo como un silencio, es una conversación corta". Tampoco nos engañemos: no se trata de una persona nostálgica ni sola -porque vive consigo mismo en su casa de siempre-; como Lucky mismo lo señala, hay una diferencia entre estar solo y ser solitario. y él es un solitario que, aunque siente pánico de la muerte y se siente frágil ahora, asume sus días sin cambiar de rumbo, sin quedarse en una esquina de su cama sentado, esperando lo que está por venir y que parece anunciarse a partir de una caída. 

Y es entonces cuando surge la sonrisa de Harry Dean Stanton: la primera, dedicada a sus amigos de siempre, ya cuando somos capaces de afrontar la propia finitud y entender que lo único que queda es sonreír. Y aquella que nos dedica al final a los espectadores: cuando entendemos que un día más le espera en la vida a Lucky y que, capaz de observar con más detenimiento el paisaje árido con los cactus inmensos que observa una y otra vez, de repente nos mira a nosotros y nos dedica su última sonrisa. No queda más que sonreír, a pesar de que todos ya sabemos cuál es el desenlace.