sábado, 12 de enero de 2019

Paterson

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Fotograma de la Película (2016) dirigida Por Jim Jarmusch

Todas las mañanas Paterson se levanta a la misma hora: suena su despertador, acaricia a su esposa que duerme profunda a su lado y se acomoda mejor en la cama mientras él decide comenzar el día. Toma su ropa -que ha dejado lista el día anterior sobre una silla-, y se viste. Toma café en la cocina y a solas, busca su lonchera -que su esposa siempre le deja preparada: además de un sandwich u otra comida, incluye alguna nota, una foto de los dos allí-, y sale de la casa. Paterson maneja un autobús por la misma ruta, todos los días. Vive en un lugar que también se llama Paterson, en Nueva Jersey, y adora al poeta William Carlos Williams -que también vivió en el mismo lugar-. Paterson escribe en un pequeño cuaderno que carga con él, en las paradas del bus o al final de la jornada. Por la tarde, cuando llega a su casa, organiza su pequeño escritorio y la biblioteca cercana, escribe un poco más, y en algún momento saca a pasear a su perro, quien lo acompaña hasta el bar más cercano. Allí están las personas de siempre, teniendo conversaciones realistas, cercanas a la cotidianidad, propias de la vida de las personas presentes. Todos los días su esposa lo sorprende, intentando decorar el pequeño espacio-hogar que habitan: aunque los colores que ellas prefiere son el blanco y el negro, pinta figuras circulares en las paredes, en las habitaciones, en la ropa de ella, en todos los decorados que elige. Decide también cocinar algunos pasteles -que Paterson le celebrará y la impulsará a que los haga-, y en este ritmo transcurre la vida de los dos. De repente una salida por la noche de más, una película de vez en cuando.

Paterson es tranquilo, camina con pausa, soporta sin vengarse las pequeñas pruebas diarias a las que se enfrenta gracias a la mascota de la casa -que la prefiere a ella y demuestra cierta antipatía por él-, y escribe poesía. No está claro si desea publicarla; en todo caso escribe acerca de él, de lo que piensa, también escribe acerca de ella. En el bar, en medio de las cervezas y los amigos, acompaña a los demás, conversa con ellos, escucha, está presente, pero no genera grandes cambios o turbulencias en la vida de los demás. Es el tremendo papel que hace Adam Driver en el papel de Paterson, lo que me llevó a que me repitiera la película varias veces: ese momento en el que parece que el balance de su vida está por perderse -y solo se percibe en un cambio de sus rutinas, de sus ritmos durante un poco más de una noche y un día-, lo que me produce toda la tristeza y desesperanza por unos instantes, y al mismo tiempo es capaz de rescatarme a continuación. Es una película que aunque contiene una pareja, no se trata del amor; se trata de salvarse uno a punta de pequeños gestos cotidianos que vienen de encuentros que en todo caso no estamos esperando: una libreta para escribir nueva, una conversación con un extraño que parece que nos conociera desde todos los días, y una apuesta por seguir adelante con lo poco que sigue teniendo sentido. 

lunes, 7 de enero de 2019

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Los Infiltrados 

"Un infiltrado en el KKLan" fue una de las mejores películas que vi el año pasado: Spike Lee, su director, de nuevo es capaz de sorprendernos con la agudeza que logra a la hora de darnos un golpe certero en nuestros modos de pensar y de existir en este mundo. En los personajes de sus películas, los acontecimientos que los rodean parecen frenéticos, pero en realidad el mayor movimiento está ocurriendo en las cabezas de cada uno. Es allí donde ocurre la transformación. 

Un detective afroamericano se infiltrará en el grupo local del KKlan en Colorado: para lograrlo, contará con uno de sus compañeros policías, que es blanco -y judío-. Así, los dos crearán un personaje que, con identidad, y comportamientos, poco a poco logra ganar la confianza de algunos de los líderes de este grupo. Lo fascinante de la película es que mientras que Don Stallworth y Flip Zimmerman se van infiltrando en el KKKlan, los primeros interrogados, por sí mismos y desde sus consciencias, son precisamente ellos:  Don debe reflexionar sobre los problemas de la comunidad negra de Colorado, sus propios líderes e ideales, las formas de hacerse sentir en una sociedad que ha sido opresora y excluyente. Flip, por otro lado, deberá pensar acerca de sus raíces judías, el callar acerca de las mismas ante sus compañeros, el intento -parece inconsciente-, por dejar de lado uno de sus rasgos identitarios. Flip y Don consiguen más aliados; otro marginal, convencido del sentido de lo que están haciendo; uno más, involucrado porque tiene las herramientas para hacerlo. 


Así, un afro y un judío ingresan al corazón del excluyente: allí encuentran al hombre que ha copiado los comportamientos e ideales de un grupo sin entender si quiera lo que está haciendo; a la madre de familia que hereda y comparte los odios del marido, quien a su vez le expresa de muchas formas la agresividad que contiene hacia ella; ahí está el hombre que está buscando más aliados para su movimiento; también está  el líder intocable y pusilánime; los otros en grupo, incapaces de razonar y de entender qué es lo que está guiando sus vidas en este mundo. Flip, Don y sus amigos se infiltran y causan una conmoción. Una especie de pequeña victoria desde las márgenes, desde el grupo de personas oprimidas. El logro es para ellos, de nuevo, sobre todo para cada uno de ellos mismos. 

Ahora, a mí personalmente, me conmueven las "bandas de amigos" hechas desde el sentir, desde una especie de identificación desde adentro de sí mismo que nada tiene que ver con el color de la piel, el credo religioso o la manta blanca tapando todo el cuerpo; es una especie de acuerdo con el otro: un otro que uno solo encuentra en pequeñas experiencias humanas, una especie de complicidad secreta, que no se proclama pero que ya está hecha: creo que por eso escogí la foto que aparece arriba de este texto. Eso es lo que queda, y en todo caso es lo que cuenta.