Zama, de Lucrecia Martel
Fotograma de Diego de Zama, en la película
Este fin de semana fui a ver "Zama" la película de Lucrecia Martel, basada en el libro de Antonio Di Benedetto. Esta película, nos cuenta la historia de Diego de Zama, un funcionario de la corona española, que espera la correspondencia en la que por fin, se le notifique de su traslado a otro territorio conquistado por España, pero en el que él pueda reconocerse desde referentes más comunes, más afines, más identificatorios. Se encuentra en el Paraguay desde hace algunos años: su esposa ya no ha vuelto a escribirle y solo se entera por otros que arriban al territorio, que sus hijos ahora están más altos. Zama espera la llegada de nuevos funcionarios que le puedan ayudar con mensajes favorables a su traslado, que imploren esta posibilidad por él, que lo saquen de estas tierras en donde además del aburrimiento y del tedio, no puede -o no quiere, o se resiste-, a adentrarse en el conocimiento más profundo de los otros, los ajenos que allí se encuentran: lo negro, lo indígena. De manera paulatina, Diego de Zama pierde las esperanzas de que el traslado soñado sea un hecho concreto, en un tiempo corto. Pero además se va despojando -y es despojado-, de algunos objetos y lugares que le han permitido conservar su lugar, su identidad, su estatus: su oficina es reducida a un lugar más pequeño, con los muebles apretujados; por una orden de "cepilleo" debe abandonar la casa en la que ha vivido el último tiempo, también sus muebles; su siguiente morada es un rancho a punto de caerse en el que él será el último huésped precisamente de esas gentes ajenas que parecen acecharlo y que tampoco se acerca mucho a él, tampoco sienten ningún deseo por conocer más de él. Es ahora el habitante de una casa que nadie quiere, que parece maldita, a la que nadie entra.
Desconsolado y resignado, Diego de Zama se une a un grupo de expedicionarios que deben dar caza a un bandido que ha cometido saqueos, que ha roto el pacto con la corona; un hombre que, con una banda de compañeros, ha decidido hacerse rico con los tesoros que estas tierras salvajes puedan proveerle. El momento del desenmascaramiento llega, cuando Zama les comunica a los bandidos que aquello que están buscando, el tesoro de los cocos repletos de las piedras preciosas, simplemente no existe. Los cocos están llenos de baratijas sin valor alguno. Y es cuando decide expresarles su gran descubrimiento durante todo este tiempo en el territorio salvaje: al comunicarles que el tesoro no existe, les está quitando la esperanza y con este despojamiento, les está diciendo la verdad, algo seguro, algo que en efecto es así. Ya no tendrán que ir tras la búsqueda de algo que no existe, ya no tendrán que esperar más por un tesoro que no encontrarán. Porque no hay. Y esta es la verdad más importante que les puede enunciar, porque de ahora en adelante son libres de seguir otros caminos.
Y es interesante entender, que lo más importante que podemos saber, es lo que no hay, lo que no está. Lo que nos hace libres no es lo positivo que encontramos; es precisamente lo negativo, la no existencia, aquello que ya no se puede llenar ni completar de ningún modo. Y resignarnos, y quedarnos con la idea de un conocimiento ahora sabido, pero precisamente desde su no existencia. No hay nada más. Ahora, intenta lo que quieras.